PREPARACIÓN EIR, PARTE 1

EL PRE-EIR

“Barbacoa en mi piso que hace muy buen tiempo”, “Vamos a salir ahora que estamos todos, que nunca salimos juntos”, “Sois unos aburridos, para lo poco que nos queda y no sabéis disfrutar”, “Este fin de semana a Costaballena” “Cuando me gradúe me piro a Inglaterra”, “Voy a hacer el máster de emergencias, me encanta la asignatura catástrofe y su simulacro en el Villamarín” “Estudiar el EIR es de frikis”, “¿Sois conscientes de que podría ser la última vez que nos vemos en la vida?”,
“Lignito, hulla, antracita…”

…Y así podría continuar durante horas cuando me paro a evocar con nostalgia a mis compañeros, algunos ya grandes amigos, en mi último año de carrera…

En la entrada de hoy, nos toca retroceder unos años en el tiempo, 3 para ser exactos. Cuarto de carrera. El último año. No tenemos exámenes, sólo tenemos una asignatura optativa, el prácticum más emocionante (UCI y Urgencias) y el famoso y temido TFG. 21 añitos, y la cabeza llena de pájaros y las alas fuertes dispuestas para volar, pero aún nuestras raíces están demasiado profundas como para alzar el vuelo.
Supongo que, como yo, mucha gente recordará su último año de carrera con especial cariño. Ese año en el que cada día es vivido como una despedida, donde crees que lo sabes todo y estás preparado para cualquier cosa y no eres consciente de lo grande que es el mundo y lo difícil que es hacerse un hueco en él. Mi prioridad en este último año fue sin duda buscar ese hueco dentro del nuevo mundo que se abría ante mis pies. Por ello, tras consultar varias academias, en marzo de 2014 decidí prepararme para el EIR.
Al comenzar el curso, tenía claro que, si quería conseguir mi objetivo, la preparación psicológica iba a ser lo primordial. Me estaba adentrando en una carrera de fondo y aunque era inexperta en la materia y tenía muy poquita idea sobre lo que era opositar, la determinación en la consecución de mi propósito era clara: quería ser especialista y no iba a parar hasta conseguirlo.


El curso de preparación EIR empezaba en marzo, dividiéndose en varias “Vueltas” al temario. La vuelta “cero” coincidía con el tramo final de la carrera (Marzo-Junio), por lo que me limitaba a asistir a clase los sábados, coger apuntes y empezar a tomar contacto con toda la dinámica de la academia y métodos de estudios. La siguiente vuelta, la vuelta “uno”, comenzó en verano, en Junio, en Andalucía, en Sevilla…

Está claro el papel tan importante que juega la mente en esta carrera, por no decir que lo es todo. Para lograr un objetivo hay que creer en nuestra capacidad para conseguirlo y tener claro que los obstáculos que surjan son una prueba más que superar para llegar a nuestro final marcado. En esta época del año, comienzan las vacaciones para la gran mayoría de tu entorno (al menos en mi caso), por lo que ir a contracorriente y prepararse en verano juega un papel doblemente importante.

Cada mañana, antes incluso de abrir los ojos, confieso que me repetía un par de veces mi mantra favorito “soy más de lo que aparento, toda la fuerza y el poder del mundo están en mi interior, lo voy a conseguir y aunque no lo parezca me ayudaba a comenzar el día con dosis altas de optimismo, buena energía y positividad. Este mantra, entre otros rituales a los que me fui aficionando, son consejos de meditación extraídos del que fue mi libro de cabecera durante toda la preparación y he adoptado en mi vida actual: “El monje que vendió su Ferrari” de Robin Sharma.


Soy de las que piensan que no existe un método de estudio y preparación estándar para un examen de tal magnitud. Cada persona se conoce a sí misma, y si no lo hará durante esta larga etapa, por tanto, cada uno sabe dónde tiene sus límites, cuando puede dar más de sí y lo más importante, qué actividades te sirven para desconectar y liberar tu mente. Para mí el tiempo de descanso es fundamental e imprescindible en el día a día.

Poco a poco vas haciendo tu hábito de estudio y tu organización diaria, modificando horarios y rutinas en función del rendimiento y los resultados que vamos obteniendo. Para que os hagáis una idea, os cuento cómo era un día normal en mi rutina de estudio:

Me despertaba sobre las 9 de la mañana, desayunaba en mi patio respirando aire puro y cargando energía desde primera hora para empezar el día con buen pie (soy una persona de rituales como estaréis comprobando). A las 9:30, casi nunca lo cumplía y se acercaba más a las 10, comenzaba con el estudio del tema que me correspondía. Solía seguir el esquema y plan de estudio pautado por la academia, puesto que estaban organizados en relación con la clase que tocase el sábado y te ayudaba a seguir una rutina bien estructurada. Sobre las 12 de mediodía, solía hacer una pausa para descansar, leer un rato, hablar con mis amigos, pasear un poco…y seguía con el estudio hasta las 15 que paraba para comer en familia. A las 16:30 vuelta a lo que muchos llaman el “opozulo” y así hasta las 20-21h que salía a hacer deporte y a descansar, era mi premio y me lo había ganado.  Esta era mi rutina de Lunes a Viernes, el Sábado era día de academia y el Domingo respetaba siempre mi día de descanso, por lo que no tocaba ningún apunte. En esta vuelta conté con una semana y media de vacaciones en la que desconecté por completo de los apuntes y descansé la mente.

He de reconocer que para mí este período fue muy duro, puesto que en verano debes anteponer tu objetivo al ocio y disfrute. Mientras tus amigos y familiares están en la playa o piscina, tú debes estar pasando calor delante de miles de posit, folios, libros y bolígrafos.

…Y comenzó la segunda vuelta, de Septiembre a Diciembre. El nivel de exigencias aumentaba, los simulacros se acercaban a las condiciones reales, se acercaba la fecha y con ella los nervios y el agobio. Ya no había marcha atrás. Comenzaron los días de dudas, donde te planteas si realmente estás preparado para esta prueba, si no sería mejor dejarlo para otro año. Comienzas a sentirte insegura, a dudar si estás estudiando bien y si tu método es el correcto. Empiezas a saltarte el día de descanso y echar más horas de las necesarias levantándote más temprano y acostándote más tarde, intentando engañar a tu conciencia de que más es mejor. Error. Yo lo entendí tarde, pero lo entendí. El descanso en esta etapa, como ya he dicho, es fundamental. Una hora de estudio relajada y descansada cunde muchísimo más que 5 de agotamiento. Empiezan las presiones de forma inconsciente por parte de familiares y amigos “si no sacas plaza no pasa nada” “es tu primera vez, la gente se presenta muchas veces hasta conseguirlo” “debería empezar a pensar en otras alternativas para evitar frustración si no lo consigues” NO, ESA PLAZA ES MÍA Y NO HAY ALTERNATIVAS PORQUE LO VOY A CONSEGUIR. Y no os imaginas el poder de este convencimiento. Creértelo lo es todo.



Ultima vuelta, un mes para el examen. Esto está aquí ya. Solo tenía ganas de que pasase el “trámite” ya, no podía más. Apenas veía a mis amigos, sólo me relacionaba con mi familia en las comidas, en las fiestas navideñas sólo salí en año nuevo y no pude disfrutarlo porque mi cabeza ya no estaba en celebraciones. Encerrarme en mí misma y concentrar toda mi atención en el examen fue otro error que cometí. Mi humor cambió, estaba apática, irascible y asocial, no aceptaba consejos de nadie, y mi susceptibilidad sacaba de quicio a todo el que me rodease. Hoy pido perdón públicamente y doy las gracias por aguantarme sin echarme de casa.

Recuerdo que el día anterior no seguí (al menos no totalmente) el consejo de la academia de no estudiar nada. La sensación era de no haber estudiado nada y cada vez que mi mente intentaba recordar algún concepto, se quedaba en blanco. Repasé por encima el temario, pero mi mente no retenía nada, así que sobre mediodía comencé a guardar apuntes, posit y todo material que tenía esparcido por toda mi casa. La tarde la pasé visitando a familiares, un rato con mis amigas y paseando.

Y por fin llegó el gran día. Me intenté despertar tarde para pasar el menor tiempo posible con la mente en ebullición. Objetivo no conseguido. A las 9 de la mañana tenía los ojos como platos, el corazón a 2000 y un nudo en el estómago que no me dejó tragar el desayuno. Decidí salir a correr para liberar tensiones y funcionó. Como es tradición antes de un examen, almorcé pasta, a la misma hora que en los simulacros anteriores para seguir con la rutina (era un simulacro más, el último) y partí con tiempo para la sede donde me examinaría.  Casi un año de preparación había llegado a su fin, era el momento de demostrar que estaba preparada y que una de las 959 plazas ofertadas llevaba mi nombre...

Para los que, como yo, no temen al EIR y deciden adentrarse en este opo-mundo, os dejo algunas recomendaciones personales:
-          Apuntarse a una academia (sobre todo para los que le falte fuerza de voluntad y constancia, una academia te “obliga” a continuar)
-          Marcarse un esquema propio de estudio (adaptado al ritmo de cada uno)
-          Delimitar qué actividades te sirven para desconectar (correr, leer, escuchar música…)
-          Marcar días de descanso (no tienen por qué ser los domingos. Planificar vacaciones)
-          Realizar exámenes anteriores (están todos en la web del Ministerio de Sanidad)
-          Hacer test de clase (en mi caso la academia entregaba semanalmente preguntas de clase por tema)
-          Hacer y CORREGIR todos los simulacros (sobre todo corregirlos porque de los errores es donde mejor se aprende)
-          Usar las tutorías y foros para aclarar dudas.

Continuará…

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